lunes, 8 de febrero de 2010


Suspiré creyendo que con eso todo lo malo se iría; como si realmente suspirar me fuera útil. Intenté buscar en el aire lo que adentro no podía hallar. Respiré fuerzas y exhalé nada, eso, nada. No había nada adentro para exhalar, ni siquiera lo malo. Era como estar vacía, no encontraba algo siquiera para poder seguir adelante. No existía tal analogía sistemática que me obligara a comprender lo que la razón me negaba pero el corazón me vendía cual objeto merecedor de atracción. Montaña rusa dijiste, comprendí que era un vértigo compartido. Sube y baja, da vueltas y se acelera. Así como me subís el ánimo me lo bajas, das vueltas en mi mente y me aceleras el corazón cada vez que te escucho.
Intentaría comprender lo ilógico y me jugaría hasta lo inexistente con tal de al menos sentir lo que se siente sentirte. Sentir, siente, sentirte. Vamos a jugar a un todo o nada, no tengo nada que perder.

(e s t o y v a c i a, n o v a l l e n a )

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